EL BIBERÓN DE LA ESPERANZA

En la inmensa oscuridad de la noche, mientras lechuzas y búhos recorren el velo del negro cielo, una becerra berrea y su berrear se esparce por las inmensidades de Guadalest.

No corren buenos vientos para la tauromaquia, pero aunque el tiempo parezca detenido, los animales bravos siguen naciendo en el campo cubierto de flores. Las golondrinas ya han llegado y también las cigüeñas y con ellas la primavera.

Una vaca abandona a su recental en la pradera a merced de la suerte del destino, es vieja y su instinto materno ya no la templa. Juan la recogió el día en el que si no hubiera sido por él los buitres y las zorras hubieran acabado con ella. La ha traído al hogar humano donde su compañera: Eva Quevedo ya prepara la leche, por eso berrea, porque aunque no tengan reloj de pulsera, los animales tienen un reloj natural en su vida y sabe que es la hora de comer.

La afición y el trabajo del mayoral no sólo consiste en hacer correr a los toros, en preparar las corridas sino en preocuparse por todos los habitantes de la cabaña brava, lo que también incluye a los débiles y frágiles becerrillos. A esta hembra de claro pelaje le espera el cariño y el mimo del mayoral y su familia, aunque sin encariñarse demasiado, comenta Juan Carlos Sánchez, mayoral de la ganadería de Guadalest, porque también le llegará como a todas la hora de la tienta, continúa. Pero ese día aún tardará en llegar.

Antes de que la luna desaparezca por el horizonte y los primeros rayos de sol dominen las altas montañas cercanas de la Sierra de Gredos, ya está todo preparado, porque las gentes del campo, el mayoral, el vaquero y su familia también madrugan para que todo esté en su sitio y mientras lo hace, Juan se toma un café y nos cuenta que los mayorales hacen de todo, no sólo de conocedores sino hasta de veterinarios y de padres y madres adoptivos.

Ya hace unos días que la becerra vino al mundo y aunque le costó en un principio tomar el bibi, ahora lo hace con un desparpajo tremendo.

Ha cambiado mucho el manejo del ganado en estos últimos tiempos, como la sanidad, la alimentación, la selección… hasta no hace mucho y todavía en algunas ganaderías, aún se ordeña una vaca, cuando un becerro es abandonado por su madre, para alimentar al huérfano. Eva lo trata con mimo y le habla como si fuera un chiquillo mientras ella revoltosa la empuja con pura fuerza mientras mama del biberón casero.

Aún no tiene nombre la becerra, como en la mayoría de las casas de bravo se le pondrá tras el tentadero si es aprobada y da la talla, mientras tanto es “la hija de Lectora” que así se llama su madre.

Cuando los primeros rayos de sol asoman, Juan alimenta los caballos, la becerra aún mama pues tarda un buen rato en terminar la lechada caliente que Eva le ha preparado. Una vez termina, la dejan que respingue un rato por las inmediaciones pero sin abandonarla mucho que luego no hay quien la devuelva al hogar, por el momento la becerrita disfruta de su tiempo de ocio y de su tierna niñez con todos los cuidados de este matrimonio del campo bravo, porque aunque muchos lo duden en estos duros momentos para la tauromaquia, no hay más ecologista que un mayoral o un ganadero, nadie que vele con su propia vida y entrega hacia la cabaña brava, los miman, los cuidan, los curan y también los acompañan en su último viaje cuando la hora de la bravura ha llegado, mientras tanto una becerra en la ganadería de Guadalest está siendo criada a biberón como seguramente ocurrirá en otras muchas ganaderías porque velar por la seguridad de los animales es la  verdadera tarea y vocación de un mayoral.

Algunos aficionados se preguntarán si ante el cobijo de los seres humanos, cuando llegue el día de la tienta la becerra sacará lo que lleva dentro, su casta y su bravura y la respuesta es que sí, no será el primer ni el último animal que será alimentado a biberón por un mayoral, probablemente será dócil y se dejará acariciar y hasta tomará cariño por quien le ha cuidado como si fuera su verdadera madre, pero cuando llegue la hora brotará de sus entrañas la bravura, la que esconda como un tesoro dentro, así es el toro bravo y así el cuidado y el mimo que le profesan los mayorales y vaqueros.

No son buenos tiempos para la cabaña brava pero mientras existan mayorales y vaqueros con la vocación de Juan y Eva los animales tendrán padres y madres protectoras que velarán siempre por ellos. Lo llevan en el ADN.

Salud y Suerte.

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